Por
Julio Yovera.
Los tiempos de Horacio
Hace
algunos días, leyendo a Savater me encontré con una frase audaz dictada por su
condición de preso y de amoroso compañero del arte: “Desde que conozco el arte,
sé que un hombre nunca puede estar del todo prisionero.” (1). Entendí mejor lo
que decía Horacio Zeballos, el líder de los maestros, quien no solo llevaba el
“sufrir como un talismán (Montale), sino también la ternura y el amor de quienes
representó en sus duros años de combatiente. Por ese “delito” fue perseguido y
confinado en prisiones sórdidas, mas:
“De
qué les sirve mi cuerpo
si
el corazón lo tengo libre” (1)
Horacio
partió a la inmortalidad el 7 de Marzo de 1984. La mayoría de los maestros de
la generación de los 70s, que ya no quedan muchos en la docencia activa, lo
siguieron y convirtieron en su guía. Es
que Horacio había salido del pueblo,
volvió a su seno cuando ya era maestro
y, después, cuando se convirtió en perseguido constante, fue la gente
del pueblo la que le brindó refugio. Él se mantuvo consecuente con sus raíces y
dentro de ese estar constante fue amigo y leal compañero. En cambio, en la lucha
y la confrontación contra el poder, su postura fue desafiante y contundente. La
convicción le afloraba hasta iluminarlo y por eso era desenfadado frente a los “descuartizadores de la luz y el
canto” (2)
Con su
figura de Cristo desgarbado y digno; con su caminar que poco a poco se hizo
lento; con su palabra que trasmitía emoción y concepción, indignación y
ternura; congregaba y alimentaba coraje y consecuencia a los de sus filas. Por
esas razones llegó a ser amado por los maestros sobretodo, y, por las mismas
razones, fue odiado por los sectores más retrógrados y reaccionarios de los
militares y grupos de poder, que bajo el mandato del general Morales Bermúdez,
se empeñaron a desmoralizar a Horacio y en negarle a los docentes el derecho a
una vida digna.
El
SUTEP surgió desde el corazón del magisterio peruano. A estas alturas de la
historia, independientemente de sus limitaciones y yerros, que los tuvo y los
tiene, decimos que el gremio de los maestros peruanos se ha convertido en
patrimonio de las organizaciones sociales del pueblo. Conductor de ese caminar
que aún no concluye, fue el maestro Horacio Zeballos Gámez.
La
travesía ha sido larga para los maestros; de sacrificios: persecuciones, cárceles;
muerte con características de asesinato, despidos, traslados, subrogaciones;
pero, si todo esto fue “un presente” de
la dictadura para todos los maestros, fue en Horacio que se concentró el odio
irracional de un régimen que se bestializaba frente a un líder que no tenía más
armas que su palabra ni más ejército que sus colegas, y con ellos se atrevió a
desafiarlos, encararlos y combatirlos.
La
poesía como actitud vital
Horacio,
convertido ya en combatiente, cultivó la poesía y la hizo su bálsamo y su arma
de lucha. En su trajinar llegó a publicar tres títulos: Pluma Esclava, Esclavos
de Corbata, y Alegrías de la Prisión. Con esta última logró ascender a la cima
de los elegidos, y en ese pedestal se ha quedado, aunque es verdad que con
olvidos y silencios. Y es que los maestros lo reconocen y lo mantienen vivo en
su itinerario de combatiente y fundador del SUTEP; pero, han echado –sin
querer- silencio sobre el poeta, al extremo que hay el riesgo que su poesía sea
cubierta de un catafalco de olvido. Esto es lo que tenemos que impedir y
evitar. Y una de las formas de hacerlo es difundiéndolo y llevándolo al aula a
él y su obra.
Horacio
logró la condición de auténtico creador con su último libro Alegrías de la
Prisión, epilogal porque la muerte truncó al poeta y al líder. La mejor prueba que tenemos de la detención
abrupta del poeta las frases de sinopsis de la contratapa del libro: “Su
verdadera historia poética comienza sin embargo ahora y continuará con la
próxima edición de los textos que concluye en estos días.” (3)
Esto
es lo que dice el sello editorial Obramundo. Se colige que después de esta
publicación, vendrían otras más. Sería lamentable que las creaciones últimas
del poeta Horacio se hayan perdido. Aquí hay que emprender una investigación.
¿Quién la asume?
Horacio
hizo una poesía intimista y lírica, lo que no le impidió llevar dentro de sí
las razones y emociones de una militancia que realizó su personalidad de manera
integral, al extremo de advertir que “El Partido forma y realiza. Toda acción
retorna al pueblo, del que nace. En él se troca en futuro concreto, en
revolución posible. Solo la militancia política activa, favorece una auténtica
y profunda convicción revolucionaria. Dedico estas Alegrías de la Prisión a mi
Partido, el P.C. del Perú.” (4)
En
este aspecto, el poeta ratifica las tradiciones, para hablar solo de los
peruanos, de los creadores cuya adhesión política y social no los separa del reino de la poesía, sino que con
esa militancia, la poesía gana en calidad, intensidad y belleza. Sino veamos el
caso de César Vallejo, quien ya militante reconoce que “todo acto o voz genial
viene del pueblo y va hacia él”. Sus Poemas Humanos, Poemas en Prosa y España,
aparte de mí este Cáliz, son obras de valor universal por su estética e
identidad con la humanidad.
Crónica
y emoción
A inicios de los 70s., y recién formado en el
SUTEP, sus líderes y activistas son confinados en el Penal del Sepa, aquella prisión
enclavada en la Amazonía, en este lugar eran recluidos los delincuentes de más
amplio y peligroso prontuario y los dirigentes sociales indoblegables que
combatían el orden existente. Ahí estuvo
Horacio e hizo su travesía por los reinos de la nostalgia. Así, recordando a la
madre va pergeñando versos que después, con “esfuerzo de artesano”, como diría Javier
Heraud, va dando forma. Va “separando la paja del grano”, y seleccionando sus
poemas que pasarían después a ser parte de su Alegrías de la Prisión:
“De
los presos soy el último
dame
por descontado en las filas del encanto.
De
qué les sirve mi cuerpo
si
el corazón lo tengo libre
Difícil
no es vivir
sino
entender porque se vive
Bebiendo
el cristalino trago de tus senos
aprendí
a no llorar
y no
lloro.
Soy
de los que se resolvieron en el mismo vientre
como
la flor en la retama
Flores
y pájaros trinan
en
la ventana de mi exilio” (5)
(Poema
1, Alegrías de la Prisión)
Este
poema crónica encierra una profunda emoción. El poeta está en presión, lo dice
explícitamente. Cavila sobre su opción de vida elegida y ratificada su
compromiso. En efecto, “difícil no es vivir sino entender porque se vive”: o se
vive de manera trascendente, obrando por abrirle una nueva ruta a la humanidad
o se vive de forma rutinaria y mediocre. Aun cuando se logre algún éxito
material en la existencia este tipo de vida es absolutamente
intrascendente.
En
todos los tiempos, frente a una humanidad de indiferentes, hubo gente dispuesta
a transitar por las sendas de la lucha y ofrecer el ser en procura de un mundo
mejor. Eso es algo que los seres egoístas y rentistas, acaparadores de
riquezas y de plusvalía, jamás podrán
comprender. Por eso, Horacio además de ser vigente como líder gremial debe
serlo también como el poeta combatiente y el versificador de la ternura.
En
este poema que hemos trascrito, una imagen presente y recurrente en su madre.
De ella, bebiendo de los senos maternos y desde los tiempos en que se agitaba
en el vientre, aprendió a no llorar y a florecer como la retama. De modo que no
ve sombras fatídicas ni escucha llantos ni lamentos, sino que desde su exilo,
las flores y los pájaros trinan en su alma.
Se
hace en la lucha, en la prisión. Es el poeta de la lucha, pero también de la
alegría y el optimismo.
Su
lenguaje de imágenes, capaces de expresar emociones, sentimientos, vivencias
externas interiorizadas, ritmo, brevedad y concisión, lo presentan como un
poeta que hace uso sobrio y preciso del lenguaje. Esa facultad es lo que hace
que la poesía sea definida como la belleza de la palabra. Y esa cualidad la
muestra a lo largo de toda la obra que estamos comentando.
Por
eso, no es en absoluto arbitrario indicar que Horacio es un poeta auténtico.
Tenemos el deber, los que estamos comprometidos en los ámbitos de la cultura
antisistema, ponerlo en el sitial que le corresponde.
Masa combatiente e individualidad
creadora
De
palabra categórica. Solía afirmar con su corazón y con sus manos. Desde que se
fundó el SUTEP, en el Cuzco de 1972, y desde que se le dio la elevada
responsabilidad de conductor máximo del gremio, Horacio tuvo que desplazarse en
condiciones peligrosas por todas las bases magisteriales del país.
En
esta época se gesta el reconocimiento que le brindaron los maestros del Perú y
que ha continuado hasta más allá de su muerte. Todos los que lo conocieron
señalan que era un hombre de palabra serena, tierna y coloquial. Así también, a
la hora de deslindar con otras posiciones y opciones que actuaban al interior
de las filas del magisterio, era implacable y contundente, pero era cordial,
tanto así que sus propios adversarios lo respetaban y hasta admiraban.
Usaba
un lenguaje agitador para calificar a sus adversarios: representantes y
autoridades del Gobierno. En esas circunstancias era mordaz, implacable y
abundante en el uso de imágenes. Horacio – lo dicen sus compañeros más
allegados- era experto a la hora de estampar adjetivos calificativos. El
Horacio de la multitud era el líder gremial, el agitador perfecto si cabe la
frase, y era el poeta solidario y tierno, que lanzaba merecidas loas a los
maestros que luchaban junto a él en pos de los sueños colectivos.
En
los momentos que le tocó dirigir la masa para incorporarlas al combate, Horacio
fue el jefe guerrero dispuesto a hacer frente a las peores adversidades. Forjó
una poesía que por su tono y su espíritu es en realidad un evangelio.
Escuchemos lo que dice el guerrero a propósito de la lucha y de la ética de los
luchadores.
“Maestro
en
tu libro de lucha
he
aprendido
que
no traicionar es un mandamiento
Me
enseñaste a vencer montañas
y
ciudades
a no
retroceder como el agua constante
Vives
en mi sangre
y el
pueblo abraza tu esperanza
Eres
el Huascarán que de puro hermoso causa espanto
En
ti aprecio al Urubamba que baja vivando
y al
amanecer pareces el Titicaca que se ahoga
en
las orillas de mis ojos
Nada
importan abrojos y enemigos
para
vencer requiero tu ternura
la
trasparencia humana
tus
brazos de cóndor
Quiero
lealtad
como
los niños que siembras con tus palabras
Un
ideal color de lirio un país como tú
donde
el fusil hable y derrame cantos
Maestro
cuando
te miro me acuerdo que estoy venciendo
y no
tengo miedo a los descuartizadores
de
la luz y el canto” (6)
(Poema
29, Alegrías de la Prisión)
Horacio
es el poeta de la emoción y hasta del simbolismo lúdico. Este Horacio aparece en
toda su dimensión cuando se expresa en versos como una forma de resistencia. Podemos
decir que Alegrías de la Prisión tiene un valor intrínseco en su lenguaje en sí
y por eso es poesía auténtica.
La
fuente de Alegrías de la Prisión es el amor en sus vastas dimensiones: a los
maestros, a la madre, a la patria, a la amada, a los amigos entrañables, la
libertad, la naturaleza, los niños, la familia. Y la posibilidad casi única de
escribir ese tipo de poesía está en estar acompañado del silencio. Si es en la
prisión, al autor francamente ya no le importa.
Por eso es que al salir del SEPA solía decir: “la cárcel te tiempla como
el acero o te derrite como a una cera”.
Su
ser es totalizador y abraza todas las consecuencias que traen consigo esa
manera de vivir la existencia. Los que se han acercado a su poesía han
advertido que hay en él un creador innato y que el poeta no fue ganado ni
anulado por el mar de la lucha y la protesta. Horacio vivió como quería y cantó
de la única forma que podía hacerlo: con poesía.
Por
eso, pudo dejarnos poemas como éstos:
“Se
ve la luna como un muchacho cimarrón
y
los amantes se ocultan en su espalda gris
Gira
luna
gira
lunarejita
A la
media noche te haremos la despedida
dame
la dicha del búho para mirarte
sin
que me mires
Para
ir a tu encuentro me vestirán de fiesta
los
pingüinos me prestarán su frac” (8)
(Poema
20, Alegrías de la Prisión)
Valoración
Han
pasado los años, 32 calendarios, y los
maestros lo recuerdan como su líder y lo citan con versos reiterados, pero aún
falta estudiarlo e investigarlo. Hace falta proyectarlo. Ponerlo en el Plan
Lector. En un proceso de profundización de la cultura individualista que
fomenta el neoliberalismo sería altamente beneficioso y positivo que lo lean
los maestros, los estudiantes, los jóvenes; que lo lean no desde la cita a la
cita, sino desde la obra completa a la reflexión serena. De Horacio se puede
utilizar el más variado poema suyo para poder ejercitar sensibilidad, infundir
valores y establecer el conector lógico y dialéctico con la realidad cotidiana
y la dinámica social.
Los
maestros que trajinamos en procura de una educación de calidad y de un país sin
exclusiones y con libertad plena, tenemos una gran responsabilidad. Somos
conscientes que no hemos entendido aún en toda su dimensión la vida de Horacio,
y la causa es porque aún nos falta entender y sentir su poesía. No es fácil
acometer esa tarea. Para empezar, se debería ir a la reedición de su obra;
luego, ponerla en el Plan Lector de los Marcos Curriculares. Con esta propuesta
y una buena metodología y técnica socio – cultural de comprensión de textos, la
frase aquella de que el maestro enseñando también está luchando tendrá pleno sentido.
Pero,
la responsabilidad mayor es difundir su vida y su obra. En estos tiempos de
traiciones a los principios, de deslealtades y arribismos, Horacio es un ejemplo de consecuencia y de
coherencia.
Entonces,
difundirlo y revalorarlo es una grata tarea, una ineludible responsabilidad.
Citas
bibliográficas:
1.-
Savater, Fernando, Figuraciones mías. Ariel, 2013.
2.-
Horacio Zeballos, Alegrías de la Prisión, Obramundo, 1979.
3.-
Ob. Cit.
4.- Ob. Cit.
5.-
Ob. Cit.
6.-
Ob. Cit.
7.-
Ob. Cit.
8.-
Ob. Cit.
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